20 de febr. 2016

Umberto Eco: sobre la ficció

A Josep Besa,
que em va recomanar que llegís Eco

Vaig llegir Umberto Eco ja fa anys, quan volia saber què és el que fa que un text de ficció sigui de ficció, i què és el que fa que els lectors, els espectadors o els oients, l’interpretin com a tal. El text que em va ser més útil va ser Six walks in the fictional woods (1994; edició castellana, Seis paseos por los bosques narrativos, amb traducció d’Helena Lozano Miralles i publicada per Lumen el 1996). És la versió escrita de sis conferències que Eco va donar a la Harvard University entre el 1992 i el 1993. Aquí teniu uns quants dels fragments que vaig marcar llavors en el meu exemplar del llibre (poso la pàgina entre parèntesis), amb un final rodó que evidentment és seu. Una lectura molt recomanable, el llibre, plena de la saviesa de l’autor.


“…el lector está siempre, y no sólo como componente del acto de contar historias, sino también como componente de las historias mismas.” (9)

“…toda ficción narrativa es necesaria y fatalmente rápida, porque –mientras construye un mundo, con sus acontecimientos y sus personajes– de este mundo no puede decirlo todo. Alude, y para el resto le pide al lector que colabore rellenando una serie de espacios vacíos.” (11)

“Si un texto empieza con «Había una vez», manda una señal que inmediatamente selecciona el propio lector modelo, que debería ser un niño, o alguien que está dispuesto a aceptar una historia que vaya más allá del sentido común.” (17)

“…no existe sólo un lector modelo para el Finnegans Wake sino también para el horario de trenes, y de cada uno de estos lectores el texto espera un tipo de cooperación diferente.” (24-25)

“Cuando me preguntan qué libro me llevaría a una isla desierta contesto: «El listín telefónico; con todos esos personajes podría inventar historias infinitas».” (70)

“La regla fundamental para abordar un texto narrativo es que el lector acepte, tácitamente, un pacto ficcional con el autor, lo que Coleridge llamaba «la suspensión de la incredulidad».” (85)

“Cuando entramos en un bosque narrativo se nos pide que suscribamos el pacto ficcional con el autor, y estamos dispuestos a esperarnos lobos que hablan. […] …al leer historias de ficción, nosotros suspendemos la incredulidad con respecto a ciertas cosas, y no con respecto a otras.” (87)

“Al leer novelas, eludimos la angustia que nos atenaza cuando intentamos decir algo verdadero sobre el mundo real.
       Esta es la función terapéutica de la narrativa y la razón por la cual los hombres, desde los orígenes de la humanidad, cuentan historias. Que es, al fin, la función de los mitos: dar forma al desorden de la experiencia.” (97)

“Leer una obra de ficción significa hacer una conjetura sobre los criterios de economía que gobiernan el mundo ficcional.” (123)

“Hay una regla áurea para todo criptoanalista o descifrador de códigos secretos, y es decir que todo mensaje puede ser descifrado con tal de que se sepa que se trata de un mensaje. El problema con el mundo real es que llevamos milenios preguntándonos si hay un mensaje y si ese mensaje tiene un sentido.” (127)

“Puesto que la ficción narrativa parece más confortable que la realidad, intentamos interpretar esta última como si fuera ficción narrativa.” (132)

“A veces esperamos hacer coincidir  nuestra historia personal con la del universo. […]
       Hace unos meses me invitaron a visitar el Museo de la Ciencia y de la Técnica de La Coruña, y al final de mi visita el director me anunció una sorpresa y me llevó al planetario. […]
       En un determinado momento, se hizo la oscuridad más total, se difundió una bellísima canción de cuna de Falla y lentamente […] encima de mi cabeza empezó a girar el cielo que se veía en la noche entre el 5 y el 6 de enero de 1932 sobre la ciudad de Alessandria. Viví, con una evidencia casi hiperreal, mi primera noche de vida.
       La viví por vez primera, puesto que yo aquella noche no la había visto. Acaso no la viera tampoco mi madre, agotada por las fatigas del parto, pero quizá la vio mi padre, saliendo de puntillas al balcón, un poco agitado e insomne por el acontecimiento maravilloso (por lo menos para él) del que había sido testigo y remota concausa.
       Estoy hablando de un artificio mecánico realizable en muchos lugares, y a lo mejor, la experiencia ya la han tenido otros, pero me perdonarán si en aquellos quince minutos tuve la impresión de ser el único hombre sobre la faz de la tierra (desde el principio de los tiempos) que se estuviera reuniendo con su propio principio. Era tan feliz que experimenté la sensación (casi el deseo) de que podía, de que habría debido morir en ese momento. Y que en cualquier caso, otros momentos serán mucho más casuales e inoportunos. Habría podido morir porque ya había vivido la más hermosa de las historias que hubiera leído jamás en mi vida, había encontrado, quizá, la historia que todos buscan entre páginas y páginas de centenares de libros, o en las pantallas de muchas salas cinematográficas, y era un relato cuyos protagonistas eran las estrellas y yo. Era ficción, porque la historia había sido reinventada por el director del planetario, era Historia, porque contaba qué había sucedido en el cosmos en un momento del pasado, era vida real porque yo era verdadero y no el personaje de una novela. Era, por un momento, el Lector Modelo del Libro de los Libros.
       Aquél era un bosque narrativo del que no habría querido salir jamás.
       Pero como la vida es cruel, para ustedes y para mí, aquí me tienen.” (153-154)



.