Era, és, un dels meus
escriptors preferits. Tenia una manera d’escriure que a mi m’agrada molt: aparentment, només aparentment, fàcil i senzilla. Com, en la literatura catalana, la de Mercè Rodoreda, escriptora que ell admirava i reivindicava, i que havia llegit en castellà i en català.
Fa tot just una estona que he sabut que Gabriel García Márquez s’ha mort, i de seguida m’ha vingut al cap —a més dels bons moments que he passat llegint i rellegint novel·les com Cien años de soledad i, potser encara més, El amor en los tiempos del cólera— un
fragment del seu llibre de memòries, Vivir
para contarla (Barcelona: Mondadori, 2002), que tracta un tema que
està relacionat amb la meva feina i, per tant, amb el contingut d’aquest blog:
els criteris d’intervenció dels correctors en els textos literaris. Aquí teniu el fragment:
“…el libro [La mala hora ] lo imprimió la editorial
Iberoamericana de Madrid, con una gran tirada y un lanzamiento estelar. Era
empastado en cuero, con un papel excelente y una impresión impecable. Sin
embargo, fue una luna de miel efímera, porque no pude resistir la tentación de
hacer una lectura exploratoria, y descubrí que el libro escrito en mi lengua de
indio había sido doblado —como las películas de entonces— al más puro dialecto
de Madrid.
Yo había escrito: «Así como ustedes viven ahora, no sólo están en una
situación insegura sino que constituyen un mal ejemplo para el pueblo». La
transcripción del editor español me erizó la piel: «Así como vivís ahora, no
sólo estáis en una situación insegura, sino que constituís un mal ejemplo para
el pueblo». Más grave aún: como esta frase era dicha por un sacerdote, el
lector colombiano podía pensar que era un guiño del autor para indicar que el
cura era español, con lo cual se complicaba su comportamiento y se
desnaturalizaba por completo un aspecto esencial del drama. No conforme con
peinar la gramática de los diálogos, el corrector se permitió entrar a mano
armada en el estilo, y el libro quedó plagado de parches matritenses que no
tenían nada que ver con el original. En consecuencia, no me quedó otro recurso
que desautorizar la edición por considerarla adulterada, y recoger e incinerar
los ejemplares que aún no se hubieran vendido. La respuesta de los responsables
fue el silencio absoluto.
Desde ese mismo instante di la
novela por no publicada, y me entregué a la dura tarea de retraducirla a mi
dialecto caribe, porque la única versión original era la que yo había mandado
al concurso, y la misma que se había ido a España para la edición. Una vez
restablecido el texto original, y de paso corregido una vez más por mi cuenta,
la publicó la editorial Era, de México, con la advertencia impresa y expresa de
que era la primera edición.”
(S’ha de dir que a Vivir para contarla García Márquez també agraeix als seus correctors que tinguin la benvolença de corregir les seves faltes d’ortografia com si fossin errates.)
(S’ha de dir que a Vivir para contarla García Márquez també agraeix als seus correctors que tinguin la benvolença de corregir les seves faltes d’ortografia com si fossin errates.)
La vida no es la que uno vivió,
sino la que uno recuerda y
cómo la recuerda para contarla.
Gabriel García Márquez